Septiembre
La Función Emocional tal como nos es dada por la Naturaleza
Septiembre trae nuestra tercera y última cosecha, la cosecha de uvas. Las uvas simbolizan la función emocional mediante la cual experimentamos emociones hacia personas, lugares, objetos o eventos. Esta función nos otorga la capacidad de sentir el estado de ánimo de las personas, percibir el motivo detrás de sus acciones y, en general, integrarnos en situaciones sociales. El espectro completo de nuestras emociones se extiende incluso más allá, llegando a emociones potencialmente transformadoras que alteran la forma en que nos vemos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea, como la empatía, la compasión y el remordimiento de conciencia. Este amplio espectro se refleja en el viaje que recorre una uva hasta convertirse en vino. Es un viaje de muchas etapas que finalmente transforma la naturaleza de la uva en un producto final totalmente superior. Como veremos, el alcance más elevado de nuestra función emocional es igualmente sobrehumano.
Dado que el desarrollo de nuestra Esencia suele detenerse en una etapa temprana de la vida, la función emocional (la función de la Esencia) suele atrofiarse. Sólo aprovechamos su producción emocional básica de camaradería, humor y chismes, y rara vez nos beneficiamos de su alcance más elevado y transformador. En efecto, tenemos en nuestro poder un instrumento de gran fuerza, pero pasamos nuestros días jugueteando sólo con sus partes más básicas. Es como si usáramos nuestro celular únicamente para consultar la hora y nuestro coche únicamente para guardar nuestras pertenencias. Esto es un grave desperdicio de potencial, así como una limitación objetiva de la agricultura interna, porque el único poder que puede anular la inercia instintiva que estudiamos en mayo y el impulso mecánico que estudiamos en junio es la emoción.
Cuando intentamos estudiar las diferentes cualidades de nuestras emociones, tropezamos con una actitud subyacente que hace particularmente difícil su observación. Su mismo surgimiento nos arrastra. Vienen con una convicción profunda que nos vincula a ellas y nos ciega a sus manifestaciones. Este abandono de nuestro sentido de identidad frente a nuestras emociones se llama identificación y es aquí donde debe comenzar nuestra labor de septiembre. Para ser claros, la tendencia a identificarnos con cualquiera de nuestras funciones (ya sea física, mental o emocional) hace que la autoobservación se torne difícil. Estamos acostumbrados a llamar «yo» a todos nuestros impulsos y asociar su manifestación con nuestra totalidad. Sin embargo, la identificación ejerce su fuerza más poderosa en nuestro mundo emocional, particularmente en nuestro trato con los demás.
Por regla general, nuestra función emocional subdesarrollada distorsiona nuestra percepción del mundo colocándonos en su centro. Todo gira en torno a nosotros, todos nos ignoran o conspiran contra nosotros, todos deberían considerarnos o reconocernos. Engañados por este prejuicio, nos tomamos todo personalmente y experimentamos emociones difíciles sobre cosas que no necesitan estimular ninguna emoción en nosotros. “¿Por qué no pensaron en mí? ¿Por qué me miraron de esa manera? ¿Qué pasará si se demuestra que estoy equivocado? ¿Si hago el ridículo? ¿Qué pasa si me consideran irresponsable? Nuestra lucha con la identificación revela que estas consideraciones habituales son el estado predeterminado de nuestra función emocional. Se repiten en ciclos sin cesar. Cuando logramos obtener esta validación supuestamente importante de nuestro entorno, nuestra función emocional rápidamente genera nuevas dudas e inquietudes. Resulta ser un estado en busca de un objeto, lo que significa que sólo podemos liberarnos de estas consideraciones emocionales rompiendo el estado de identificación.
Cualquier acción que vaya en contra de la necesidad de validación social hará posible esto, por ejemplo: hacer un comentario público que sabemos que es incorrecto; restringir nuestra inteligencia y permitir que otros se atribuyan el mérito de haber encontrado una solución útil; quedarnos quietos cuando un semáforo se pone verde hasta que el conductor que viene detrás de nosotros toca la bocina; dejar caer nuestra taza en el restaurante para que parezcamos torpes o descuidados. O en resumen, cualquier acción deliberada que nos tache de tontos y sabotee nuestra necesidad de validación social.
Si se ejecuta correctamente, el efecto es instantáneo. De repente se abre un espacio entre «yo» y «mis emociones», provocando una breve experiencia extracorporal. De repente podemos observar en tiempo real lo que antes nos era invisible. Pero esta ejecución exitosa depende de la actitud detrás de nuestro esfuerzo. Estamos jugando el papel del tonto para poner fin a la identificación. Nuestro objetivo es abrir una grieta entre nuestras emociones y nuestra incipiente capacidad de observación. En el momento en que perdemos esto de vista, nuestra vanidad se atribuye el mérito de haber ido en contra de nuestras reacciones habituales y distorsiona nuestro objetivo original. Nos liberamos de la identificación sólo para reconstruirla en otra parte. El practicante tendrá que tener esto en cuenta y comprender que algunos de sus experimentos tendrán éxito y otros fracasarán. Además, los ejemplos algo dramáticos que hemos dado anteriormente no siempre serán necesarios. No siempre tendremos que emplear estas medidas extremas para cortar la identificación con nuestras emociones. A medida que adquiramos experiencia en agricultura interna, gradualmente aprenderemos formas más sutiles de obtener el mismo rendimiento.
La cosecha implica discernimiento. No todos los cultivos tienen el mismo valor. Algunos racimos de uva pueden producir un buen vino, mientras que otros deben desecharse para que no resten valor a nuestro producto final. Lo mismo se aplica a nuestras emociones. Debemos estudiar sus diferentes calidades y sabores, y en última instancia elegir unas sobre otras. Para ello, debemos aprender a luchar con la identificación. El agricultor que puede observar sus sentimientos a medida que surgen en tiempo real (que puede ver «alegría», «expectativa», «decepción» o «aprehensión» y resistir la tentación de llamarlos «yo») se encuentra en una posición favorable ante de la cosecha de septiembre. Ahora pueden intentar realizar el potencial transformador de su función emocional.
Agosto
Cultivando la Función del Pensamiento
Octubre
Cultivando La Función Emocional