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Enero

Cuerpo, Esencia y Personalidad

¿Cómo puede un grupo diverso de personas no tener nada en común excepto un impulso irresistible de cultivarse a sí mismos? Para responder a esto, debemos establecer cómo está estructurada nuestra psicología.

El ser humano está hecho de tres partes distintas, cada una de las cuales es un cuerpo por derecho propio. Cada uno de nosotros tiene un cuerpo físico, una esencia que anima ese cuerpo y una personalidad. Cuando nacemos, estos tres cuerpos independientes se unen y permanecen juntos durante toda nuestra vida; se separan en el momento de nuestra muerte. Aunque obligados a cohabitar, cada uno sigue siendo distinto, con sus propios impulsos, necesidades y deseos. Cada uno es sensible a diferentes estímulos y está sujeto a diferentes restricciones. Mientras naveguemos por la vida sin comprender que la psicología humana es psicología grupal, siempre abordaremos las necesidades de un cuerpo a expensas de los otros dos. De esta manera nos encontramos como un agricultor con granos finos pero suelo árido, incapaz de hacer pan. Para comprender quiénes somos, debemos comprender las características de nuestro cuerpo físico, esencia y personalidad.

A primera vista, las características del cuerpo físico parecen obvias: una persona es alta y otra baja; uno es rápido, otro lento; uno tiene la piel más oscura, otro más clara. Pero, junto con estos rasgos obvios, tenemos muchas diferencias más sutiles, también enraizadas en el cuerpo físico, que influyen en nuestra psicología. Debemos estudiarlas en detalle.

La esencia es la fuerza vital que anima nuestro cuerpo físico. Según esta enseñanza, esta fuerza es más que energía vital; contiene las semillas de las tendencias y talentos que nos hacen únicos. Una persona se siente atraída por la naturaleza, mientras que otra se destaca en los idiomas y una tercera es especialmente sensible a las personas. Estas y muchas otras diferencias innatas son rasgos de la esencia.

La personalidad comienza a formarse poco después del nacimiento, en respuesta a las demandas de la vida. La esencia nunca puede ajustarse de forma natural a las expectativas de quienes nos rodean, ni a la cultura y la época en la que nacimos, por lo que nos vemos obligados a adaptarnos y cubrir la esencia con personalidad como una capa protectora. Este abrigo se vuelve más pesado a medida que nos ajustamos a las expectativas y somos asimilados a la sociedad, principalmente a través de la imitación y la educación. Esta adaptación es indispensable y beneficiosa para nuestro correcto funcionamiento en el mundo, pero solo mientras se mantenga en equilibrio con el cuerpo físico y la esencia.

Tal equilibrio, sin embargo, nunca ocurre naturalmente. Cuerpo, esencia y personalidad nunca se desarrollan en armonía. Uno siempre crece a expensas de los otros dos. Más comúnmente, la personalidad crece más allá de su utilidad original como capa protectora y gana vida propia, volviéndose tan densa que detiene el desarrollo de la esencia. Nuestro cuerpo sigue envejeciendo, nuestra personalidad sigue proyectando madurez, pero nuestra esencia sigue siendo infantil. Como resultado, parecemos adultos mientras permanecemos interiormente tímidos e inseguros. En muchos casos, la esencia se ahoga durante tanto tiempo que entra en una especie de coma y ya no juega un papel activo en nuestras vidas. En otros casos, aunque moderado, su sufrimiento atraviesa la espesa capa de la personalidad como un débil grito de conciencia. Nos sentimos aprisionados en nuestra propia artificialidad. Nuestro pasado es un rastro de pretensiones; nuestro futuro parece no llevar a ninguna parte. Experimentamos un fuerte impulso de hacer algo acerca de nuestra condición ahora mismo, antes de que sea demasiado tarde.

Este impulso misterioso puede manifestarse desde la esencia de una persona de cualquier raza, género o edad. Es un impulso emocional, un impulso que puede permanecer sin forma durante mucho tiempo. Para actuar sobre él, debemos darle forma, y lo hacemos abordando la pregunta ¿Qué quiero? Aunque tenemos tres cuerpos diferentes y por lo tanto, tres voluntades diferentes, estamos acostumbrados a hacer esta pregunta solo en referencia del cuerpo o la personalidad. El cuerpo quiere comodidad y felicidad y expresará sus deseos en consecuencia. La personalidad quiere tranquilidad y reconocimiento e interpretará la mejora de nuestra condición según sus propios estándares. ¿Qué quiere nuestra esencia? ¿Qué nos atrae a este trabajo? ¿Somos capaces de captar la débil voz que nos llama desde debajo de la gruesa capa de la personalidad y darle forma? Este es el primer paso de la agricultura interior.

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