Noviembre
Tiempo
Al cultivar la tierra, las estaciones son rígidas y predecibles. El invierno comienza cada año en el solsticio de invierno y, aunque variará en precipitaciones y temperaturas, siempre es invierno y siempre llega en este momento exacto. Lo mismo, por supuesto, ocurre con la primavera, el verano y el otoño. El agricultor externo puede confiar en esta previsibilidad y no necesita preocuparse por la cosecha de uvas durante el tiempo de trilla o la poda durante el tiempo de siembra.
Por el contrario, las fluctuaciones estacionales de la agricultura interna son impredecibles. Cada momento trae consigo un nuevo desafío y no se sabe cuándo una labor puede volverse relevante. Ahora me invade la confusión o el letargo, por lo que debo reafirmar o reformular mi objetivo, como se discutió en enero. Más tarde estalla la negatividad, recordándome los principios discutidos en octubre. Por otra parte, el momentum busca superarme, por lo que debo aplicar los métodos que se enseñaron en mayo. Para cultivarme a mi mismo, debo seguir armado con todas mis herramientas y estar preparado para lo inesperado.
La superficie cultivada exteriormente es tierra; la superficie cultivada en el interior es tiempo. Cuanto más tiempo invirtamos en la autoobservación, tapando fugas, cultivando la atención y aplicando cualquiera de los métodos que aquí se enseñan, más rápido progresará nuestro trabajo. Por otro lado, cuanto más tiempo perdemos con una práctica que es solo intermitente, más permitimos que nuestros hábitos se reafirmen y retrasen nuestro progreso. Existe una competencia agresiva por nuestro tiempo. Cada pensamiento, estado de ánimo, deseo y sensación compite por dominar nuestro paisaje interno y hacernos perder el tiempo. Esto explica por qué es tan difícil incluso acordarnos de hacer nuestro trabajo. A menos que estemos atentos, nuestro impulso de trabajar se ve desplazado por estos otros impulsos. Para dedicar más tiempo al trabajo interior (para utilizar más superficie de nuestra tierra), tendremos que reforzar continuamente nuestro impulso de trabajar por encima de nuestro abarrotado paisaje interno. Tendremos que recordar más y olvidar menos.
Para ello empleamos el ejercicio de contar. Nuestro objetivo es recordar nuestro trabajo al menos 100 veces al día, monitoreando nuestro progreso llevando la cuenta. Para ello existen diversas ayudas externas, desde el clicker mecánico hasta el teléfono digital. Todos son útiles, ya que el punto aquí es asignar un número objetivo a nuestra frecuencia. Cada vez que recordamos y nos esforzamos en aplicar alguna herramienta de esta enseñanza, hacemos ‘clic’ en nuestro contador.
Contabilizar nuestros momentos de recuerdo de por sí nos motiva a aumentar su frecuencia. Al mismo tiempo, expone partes de nuestro día perdidas en un olvido prolongado. ¿Por qué pude hacer clic con bastante frecuencia de camino al trabajo, pero lo olvidé por completo una vez que entré a mi oficina? ¿Por qué pude mantener una buena frecuencia mientras estaba en mi escritorio pero perdí el recuerdo por completo durante la hora del almuerzo? Las zonas más largas de olvido perfilan las partes de nuestra superficie de cultivo que actualmente se encuentran bajo el pleno dominio de la Personalidad. Esto indica claramente en qué dirección debe avanzar nuestra agricultura.
Cuando una semilla germina, empuja su raíz hacia abajo y su tallo hacia arriba en una línea vertical al plano de la tierra. Del mismo modo, cuando aplicamos con éxito cualquiera de los métodos aquí enseñados, superamos la artificialidad de nuestra Personalidad y tocamos la Esencia. La personalidad depende de nuestro no ver o del olvido de nosotros mismos. Cuanto más a menudo recordemos, mejor utilizaremos nuestra tierra cultivable y más rápido veremos avances en este trabajo.
Esta es nuestra labor de noviembre.
Octubre
Cultivando La Función Emocional
Diciembre
El Maestro