Diciembre
El Maestro
El ejercicio de conteo introducido en noviembre midió la frecuencia de nuestros esfuerzos sin tener en cuenta la duración. Cada vez que recordábamos nuestro trabajo hacíamos ‘clic’ en nuestro contador sin importar si nuestro esfuerzo fue efímero o duradero. Consideraremos esta distinción al entrar en diciembre, porque la diferencia entre darse cuenta momentáneamente de estar dormido y permanecer despierto es como la diferencia entre una chispa y una llama. Uno es meramente potencial, el otro realización. Los ambiciosos objetivos que inspiran la agricultura interna no pueden lograrse mediante chispas de corta duración. Requieren esfuerzos duraderos y sostenidos de un momento a otro.
El principal desafío para mantener un esfuerzo prolongado es la naturaleza no controlada de nuestras funciones. Viven en constante discusión entre sí, incluso discutiendo dentro de ellas mismas, generando impulsos de distracción que impiden nuestra coherencia. ¿Cómo podemos mantener una línea constante de esfuerzo cuando nuestros movimientos son inquietos, nuestros pensamientos corren de manera asociativa e incontrolable y nuestras emociones oscilan de manera errática sin ninguna causa o relación obvia con los estímulos externos? A lo largo del año, representamos estos impulsos como los frutos de nuestra agricultura interna: los impulsos físicos fueron representados por el heno, los pensamientos por el trigo y las emociones por las uvas. Hicimos una analogía entre aplicar la agricultura para obtener estos frutos y disciplinar nuestras tres funciones. Ahora, al final de nuestro ciclo, tener los resultados de las cosechas del año dispuestos en la mesa del agricultor implica el gobierno equilibrado y controlado de nuestras funciones. Cada una ha ocupado el lugar que le corresponde sin traspasar sus límites. Ya no discuten entre ellas, como están acostumbradas por naturaleza, sino que están sujetas a la voluntad del agricultor.
¿Cuán unificados estaríamos si pudiéramos sobreponernos al apetito de comodidad de nuestro cuerpo, frenar su urgencia de moverse y mantenerlo en sintonía con las demandas del presente? ¿Cuán concentrados estaríamos si pudiéramos restringir la divagación de nuestra mente y entretenernos sólo en lo que necesitamos pensar? ¿Cuán empoderados llegaríamos a ser si pudiéramos resistir la autocompasión, el autodesprecio, la frustración – toda negatividad, y abordar nuestras responsabilidades con interés y entusiasmo? Tal alineación de nuestras funciones representaría la verdadera Voluntad, una que mantiene su curso sin desviarse hasta lograr su objetivo. Poco podría interponerse en su camino.
Cada método presentado a lo largo del año ha tenido como objetivo desarrollar esta unidad y enfoque. Es una habilidad que sólo puede surgir mediante un trabajo lento y paciente. Se puede impulsar aún más intentando esfuerzos más duraderos, incluso por períodos cortos de tiempo. Por ejemplo, puedo intentar mantener la sensación de «yo soy» separada de mis movimientos, pensamientos y emociones durante un minuto. Un simple minuto parece un esfuerzo humilde, pero representa un avance significativo con respecto a una chispa momentánea, siempre que el practicante lo intente adecuadamente. Un malentendido común es que debemos silenciar nuestras funciones (sentarnos quietos por un minuto y resistirnos a movernos, pensar o sentir), pero esto no nos enseñará a autogobernarnos. Debemos aprender a observar nuestras funciones tal como se manifiestan e introducir correcciones sutiles que mantengan nuestra autoobservación. Sólo así alinearemos nuestras funciones con nuestra voluntad para que puedan servir a un fin superior.
A su debido tiempo, un objetivo más elevado surgirá de nuestra Esencia. Cuanto más madure a través de la agricultura interna, más surgirán sus talentos y tendencias y, junto con ellos, un sentido de propósito individual. Las presiones de la Personalidad se debilitarán y adquiriremos una idea de lo que mejor podemos lograr, una comprensión de nuestro talento como vehículo de servicio. El eventual triunfo de la Esencia sobre la Personalidad nos conectará con nuestro destino y responderá a la pregunta: «¿Por qué estoy aquí?”
La fiesta es comunitaria. El granjero extiende los frutos de su trabajo sobre una mesa para que otros los compartan. Lo mismo se aplica a la agricultura interior: nuestro trabajo es más saludable cuando se practica en comunidad. En tal entorno, cada practicante aporta sus observaciones y preguntas para formar un festín rico y diverso. Escuchamos preguntas que nunca hubiéramos pensado formular o nos hubiésemos atrevido a hacer. Otros comparten observaciones que nunca consideramos y que instruyen nuestro propio trabajo. Somos testigos de esfuerzos que no tuvimos el coraje de emprender y hacemos esfuerzos en nombre de otras personas que nunca haríamos por nosotros mismos. La alegría de socializar con practicantes de ideas afines nos da la carga emocional tan crucial para comenzar un nuevo ciclo.
Noviembre
Tiempo
Intro
El Viejo Nuevo Método