Marzo
La naturaleza vive en constante competencia. En un intento continuo por sobrevivir, cada planta se esfuerza por invadir cualquier extensión de tierra disponible, capturar cualquier gota de agua disponible y alcanzar cualquier rayo de sol disponible. Este crecimiento y expansión indiscriminados es la única forma de evitar la extinción. Cuantas más ramas produzca una planta, más flores puede producir cada rama; cuantas más flores, más frutos; a más frutos, más semillas; y cuantas más semillas, mayor será la probabilidad de que suficientes propaguen una nueva generación. Se da prioridad a la cantidad sobre la calidad, lo que genera enormes niveles de desperdicio. Cada especie esparce innumerables semillas con la esperanza de que algunas sobrevivan y germinen.
La agricultura introduce una intención diferente a la naturaleza. Un agricultor puede propagar plantas de manera confiable sin preocuparse por la extinción. Su prioridad más inmediata es la calidad. Al reducir el crecimiento indiscriminado de sus vides en primavera, redirige la energía que normalmente gastarían en las ramas y vigoriza sus frutos.
Como parte de la naturaleza, nuestras funciones también operan de manera muy diferente cuando se las deja solas o cuando se rigen por una necesidad específica. Acoplados a una necesidad, funcionan de manera eficiente: nuestra función de movimiento inicia la secuencia precisa de acciones para llevarnos de un lugar a otro; nuestra función de pensamiento considera y compara diferentes puntos de vista abstractos para resolver problemas; nuestra función emocional lee las expresiones faciales y la postura de nuestro vecino para evaluar su estado de ánimo. Sin embargo, en ausencia de una necesidad, nuestras funciones no se detienen; continúan funcionando con el mismo ímpetu desenfrenado de la naturaleza, y al mismo costo de desperdicio. Nos agitamos, no porque necesitemos movernos, sino para eliminar el exceso de energía. Soñamos despiertos, no porque necesitemos pensar, sino para eliminar energía. Nos preocupamos, no porque esté en juego algo real, sino para eliminar el exceso de energía.
Este funcionamiento indiscriminado debe convertirse ahora en el objeto de nuestra observación. Un buen lugar para comenzar es durante la primera hora de nuestra mañana. Tras una noche de descanso, nuestro organismo se despierta con un mayor nivel energético. Retener la energía siempre es más difícil que eliminarla, por lo que al comienzo de nuestro día nuestras funciones estarán particularmente inclinadas a caer o encarrilarse en varios impulsos mecánicos (momentum). Nuestro desafío aquí no es solo observar estas fugas de energía, sino también encontrar formas de recordar observarlas. Esto significa que necesitamos organizar recordatorios de antemano. Si tiene éxito, seremos testigos de cómo nuestra función de movimiento nos persuade de que tenemos poco tiempo y debemos apurarnos, nuestra función de pensar traerá a la mente una gran cantidad de temas para soñar despierto y nuestra función emocional recordará preocupaciones no resueltas. Observaremos cómo estos impulsos aparecen por sí solos y siguen desperdiciando nuestra energía, incluso si tratamos de interrumpirlos. A menos que afirmemos y reafirmemos nuestro objetivo de resistirlos, invaden nuestro paisaje interior y se apoderan de él.
Aquí nuestra agricultura sienta las bases para responder a la pregunta, «¿Quién soy yo?», o al menos, «¿Quién no soy yo?» Antes de que comenzáramos a observarnos metódicamente, tomamos estas dinámicas psicológicas al pie de la letra y las llamamos libremente ‘Yo’. “Yo llego tarde…” “Me apetece…” “Me temo…” Ahora nos damos cuenta de que la prisa, la ensoñación y la angustia son estados en busca de objetos. Sus causas no están fuera sino dentro de nosotros. A través de la auto-observación, hemos comenzado a ver el mecanismo por el cual nuestra falsa personalidad, nuestro falso ‘yo’, se establece. Cuando no teníamos el objetivo de cultivarnos, estos robos de identidad y fugas de energía eran intrascendentes. Pero con el objetivo de debilitar la personalidad y descubrir la esencia, nos vemos obligados a adoptar una actitud crítica ante estas manifestaciones indiscriminadas y considerar cómo minimizarlas.
Este es nuestro tercer trabajo.