Febrero
Los esfuerzos para cultivarnos a nosotros mismos que hacen caso omiso a la distinción entre nuestro cuerpo físico, personalidad y esencia, solo aumentarán su desequilibrio. El verdadero cambio, el cambio sobre una base adecuada, solo puede lograrse armonizando estos tres mecanismos. Entonces, debemos aprender a trabajar en ellos simultáneamente, lo que significa familiarizarnos lo más íntimamente posible con cada uno de ellos; debemos aprender a observarnos a nosotros mismos.
Observar nuestros tres cuerpos en tiempo real es posible porque cada uno se expresa a través de funciones específicas que, en mayor o menor grado, están activas todo el tiempo. El cuerpo físico se expresa a través de movimientos y sensaciones; la personalidad a través de los pensamientos; y la esencia a través de las emociones. Entonces, al aprender a observar nuestras posturas, nuestros patrones de pensamiento y nuestras emociones, estamos sentando las bases para observar nuestros tres cuerpos. Al decir verdad, la relación entre estas funciones y sus respectivos cuerpos es más compleja porque a menudo se superponen, pero esta generalización es suficiente para iniciar la autoobservación.
Debemos aprender a observar cómo cada una de estas funciones se desencadena en un momento dado, por un estímulo interno o externo. Al hacer esto, comenzaremos a ver cómo se influyen entre sí, cómo compiten entre sí y cómo colorean nuestras percepciones. Y al igual que alguien nuevo en la agricultura comienza con un terreno que es principalmente maleza y matorrales, también deberíamos esperar observar un funcionamiento en su mayoría inútil e ineficiente. Nuestros movimientos están llenos de tensión innecesaria; nuestros pensamientos corren asociativamente y sin control; nuestras emociones oscilan radicalmente sin una causa o relación obvia con los estímulos externos. Esta es nuestra tierra, una parcela que primero debe ser limpiada antes de que pueda producir algún cultivo útil.
Nuestras funciones están tan habituadas a manifestarse sin ninguna conciencia, que al principio sólo logramos breves momentos de auto-observación, aún con gran esfuerzo. Esto no debe desanimarnos. Cualquier cosa de valor tiene un precio. Trabajar con otros practicantes ayuda a superar esta dificultad. A medida que el grupo reúne sus observaciones, las cosas que no podíamos ver antes se vuelven obvias. Las observaciones de otros dan dirección a nuestra propia observación de sí. Cuanto mejor sepamos qué buscar, mejor aprenderemos a observar.
Una ayuda útil para la autoobservación es el ejercicio del STOP. A lo largo de algunos días consecutivos, se nos envían comandos de STOP en tiempo aleatorio destinados a atraparnos inmersos en nuestras actividades diarias y recordarnos que debemos observarnos a nosotros mismos. ¿Cómo es mi postura? ¿Que estoy pensando? ¿Qué impulsos y sentimientos me manejan?
A medida que mejora nuestra capacidad de observarnos a nosotros mismos, la perspectiva de corregir o eliminar cada movimiento, pensamiento y emoción inútiles puede parecer abrumadora. Afortunadamente, con la experiencia encontraremos esto en su mayoría innecesario. La auto-observación en sí misma demostrará ser el cambio que buscamos. Así como la quema de leña genera calor, aprenderemos a utilizar nuestras funciones como leña para la auto-observación. Al trabajar en vigilar constantemente nuestro cuerpo físico, personalidad y esencia, sin saberlo, estamos dando a luz a un nuevo cuerpo. La autoobservación imparcial no es percibir, pensar o sentir. Es la manifestación de una función completamente nueva que puede crecer para gobernar las otras tres. Esta enseñanza llama a este nuevo cuerpo el Amo.